La paz y su consiguiente felicidad no es algo q pueda ser forzado. No por enunciar la intención “me tengo q calmar” vamos a lograrlo y ya. Requiere paciencia. Saber cerrar los ojos e ir eliminando poco a poco la excitación, ansiedad y nervios q nos envenenan.
Requiere sentarse, respirar hondo y dejar q la calma nos vaya inundando; sentir cómo bajan las pulsaciones, cómo los músculos se relajan, la mente se aquieta y, finalmente, cómo el alma comienza a vibrar.
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